Como movimiento artístico, el barroco surgió en Italia a finales del siglo XVI y pronto llegó a España y más tarde a Hispanoamérica. Esta corriente se desarrolló básicamente en dos esferas creativas: la literatura y la arquitectura.

El barroco es el estilo artístico que siguió al Renacimiento.
Tuvo lugar en el siglo XVII y fue especialmente fuerte en países con una gran tradición católica, como España, Portugal y algunas regiones de Francia e Italia. Estos países tomaron como suyo el puesto de defensa de una Iglesia que había entrado en el siglo anterior en una crisis severa y que había sufrido un cisma que se hizo en la creación de las iglesias protestantes.
El barroco hispanoamericano se hizo especialmente presente en la arquitectura y esto se ve en las construcciones religiosas, tanto grandes catedrales como pequeñas parroquias. En todos los casos se habla de edificios muy similares a los españoles, con superficies llenas de curvas y contracurvas y con interiores decorados con abundancia de detalles.
El estilo artístico barroco irrumpe en los países colonizados cuando los europeos llevan a sus colonias las características del estilo. Pero ningún movimiento artístico se queda fuera del sustrato o la idiosincrasia del lugar donde se ejecuta, por lo que el barroco colonial constituirá un caso especial dentro de las características generales del estilo, con un claro predominio del elemento decorativo. Constructivamente habrá pocas características sobresalientes, solo destaca por su peculiaridad la decoración y la profusión de la misma.
La riqueza del barroco hispanoamericano se demostró en el uso de los abundantes metales preciosos que se comenzaron a extraer, por eso muchos de los altares y construcciones de la época se trabajan en oro, plata y otros materiales muy distintivos. Al mismo tiempo, unen sus elementos eurocéntricos con tradiciones nativas, por ejemplo en presencia de vírgenes negras o aborígenes.